Poco
podía imaginarse Robert Dumas-Hermès, heredero y propietario de la
mítica casa francesa que aquel bolso de piel cómodo y práctico
para llevar utensilios de montar a caballo llamado“Haut
à courroies” (traducido “con correas encima”)
acabaría convirtiéndose en todo un icono de la firma gracias a que
la princesa Gracia de Mónaco luciese su versión reducida para
esconder su incipiente embarazo en la década de los 50. A partir de
ese instante nacia el bolso 'Kelly' de Hermès siendo este el primero
de los hitos que la actriz americana, convertida en princesa europea,
le legaría al mundo tras su desaparición.
Grace
Kelly vino al mundo un 12 de noviembre de 1929 naciendo en el seno de
una famnilia acomodada de origen irlandés y que habían amasado una
inmensa fortuna en el campo de construcción. Sus padres, sobre todo
Jack Kelly, habían decidido que sus hijos serían unos triunfadores
diseñando para ellos una vida de trabajo duro, tesón y
responsabilidad y hacer de ellos unos deportistas de élite y así,
seguir con la herencia familiar. Con los hermanos de la actriz, los
planes de sus progenitores sí funcionaron, pero la pequeña y
delicada Grace prefería virar su vida por otros derroteros,
concretamente por los de la interpretación ya que había
desarrollado una extraña pasión por el teatro. Su padre, que en su
juventud había conseguido hasta tres medallas olímpicas, tuvo que
claudicar y dejar que su hija probase suerte como actriz en Nueva
York.
Después
de mucho deambular por los teatros de Broadway y alcanzar algún que
otro éxito en televisión, Grace Kelly se hizo un hueco en
Hollywood. Los mejores directores de la época se la rifaban y los
galanes de entonces querían trabajar junto a ella. Sus ojos azules y
su belleza angelical nada tenían que ver con las explosivas actrices
de entonces como Ava Gadner. John Ford, Alfred
Hitchcok (de la que llegó a asegurar que era
'demasiado perfecta') o Fred
Zinnemann cayeron rendidos a sus pies y la dirigieron
en películas tan legendarias como 'Solo ante el peligro' o
'Mogambo'.
Pero
el papel más importante de Grace Kelly lo tuvo que interpretar el 19
de abril de 1956 cuando contrajo matrimonio en la catedral monegasca
de San Nicolás con el príncipe Rainiero III de Mónaco. Luciendo un
vestido diseñado por Helen Rose, la modista de la Paramount, la
joven actriz de 26 años se convertía en Su Alteza Serenísima, la
princesa Gracia. Al enlace nupcial asistieron miembros de todas las
Casas Reales del mundo así como un nutrido grupo del Star System de
Hollywood como Frank Sinatra, Clark Gable o Robert Mitchum. Aquel
día, el pequeño principado comenzaba a resurgir y las ruletas del
casino de Montecarlo daban la bienvenida a la atractiva Gracia, que
comenzaba a forjarse como mito viviente para los ojos del mundo
entero.
La
princesa atrajo la presencia de la jet-set internacional hasta el
principado de Mónaco dónde se podían vivir fiestas interminables y
una vida de lujo que solo unos cuantos podían permitirse. Y gracias
a la inyección de glamour que supuso la boda de los príncipes, esos
cuantos multimillonarios decidieron pasar largas temporadas en el
pequeño país mediterráneo asistiendo al Baile de la Rosa o al de
la Cruz Roja, creado por Gracia y que vienen celebrándose
,ininterrumpidamente, desde la década de los 50.
El
14 de septiembre de 1982, Carolina, Alberto y Estefanía se quedaron
huérfanos y Rainiero, el que hasta entonces había sido un príncipe
feliz, se vió solo y desamparado cuando su querida Grace falleció a
causa de un accidente de tráfico en la Riviera francesa. Justo en
ese preciso momento nacía la leyenda de la princesa Gracia dejando al mundo una herencia de lujo, glamour y estilo que ya nunca se ha
vuelto a repetir.
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