La cantante francesa
Dalida, sin saberlo, fue testigo de excepeción de una de las
sesiones de fotos que más expectación ha levantado, a pesar de que
ya han pasado 15 años de aquel momento. Se trata de la que
protagonizaron el fotógrafo peruano Mario Testino y Lady Di. La
interpretete de canciones como Ciao ciao mon amour puso la
banda sonora a aquel encuentro que ilustraría uno de los números de
la revista Vanity Fair de la década de los 90. Pero nada hacía
presagiar que seis meses después, Diana de Gales, perdería la vida
en un accidente de tráfico en París.
Mario Testino se quedó
prendado de la princesa de Gales nada más verla. Según el
fotógrafo, Diana “era una de las mujeres más bellas del mundo”
y el resultado de la sesión fotográfica así lo confirma.
Seguramente Lady Di ganaba en las distancias cortas y su carácter
cambiaba cuando se encontraba a gusto, en confianza y tratando con
personas que sabía que no la iban a traicionar. De ser así, eso ya
nunca lo sabremos, pero lo que sí podemos intuir, al contemplar las
imágenes de Diana captadas por el objetivo fotográfico en aquella
sesión, es que la joven tímida de familia aristocrática, que se
había casado con un príncipe que nunca la hizo feliz, se había
convertido en una mujer de rompe y rasga, que destilaba fuerza y
seguridad por todos los poros de su piel y que dominaba y controlaba
todo cuanto ella quería. Y parece como si la princesa de Gales quiso
despedirse del mundo, con la mejor de sus sonrisas.
Lo de Mario Testino y
Lady Di fue un amor a primera vista. Todo un flechazo que alcanzó el
clímax en aquella histórica sesión de fotos. Entre vestidos de
Alta Costura y joyas de ensueño, el fotógrafo y la princesa se
dejaron llevar. Se cayeron bien, se entendieron y se amoldaron el uno
al otro con total perfección. La princesa de Gales que había
vivido, desde que se casó con Carlos en la catedral londinense de
San Pablo ante más de 1.000 invitados, rodeada de paparazzis,
recibió los flashes de Mario Testino con absoluta devoción. El
fotógrafo ya sabía como tratar a la realeza, ya que años antes
había realizado un reportaje fotográfico sobre los jóvenes
príncipes y herederos europeos, entre los que se encontraba el hijo
mayor de la princesa que posó para Testino sin imaginarse, tiempo
después, que el peruano sería la última persona que sacaría las
imágenes más bellas de su madre, antes de morir.
A pesar de que aquella
sesión de fotos se ha quedado para siempre marcada por la
desaparición de la princesa, Mario Testino la recuerda con cariño
por ser una de las más especiales que haya realizado jamás. El
artista peruano, que se ha rodeado de las mujeres más fabulosas del
mundo y que ha fotografíado a personajes tan famosos como Demi
Moore, Gisele Bündchen (a la que descubrió) o Kate Winslet, se
quedó prendado de tal manera de Diana que, incluso, ha llegado a
asegurar que está entre sus musas junto a Madonna y Kate Moss.
Para la aristócrata,
aquel encuentro con el fotógrafo, iba a suponer la cima de su
cambio. Aquella jornada marcaría el renacer una nueva Diana de Gales
que se había empezado a forjar el 28 de agosto de 1996, cuando esta
se divorció de Carlos de Inglaterra. Por fin pudo liberarse de una
historia que, para los ojos del mundo había sido como un cuento de
hadas, pero que para ella supuso una vulgar patraña. La 'princesa
del pueblo'. como así la catalogó el primer ministro Tony Blair,
cambió de estilo de vida plantándole cara a la mismísima reina
Isabel II y tomando la riendas de su existencia.
Para darle a su vida el
giro que necesitaba, Lady Di desterró los anodinos y pastelosos
vestidos que la diseñadora inglesa, Bellville Sassoon había creado,
para que los luciese como amantísima esposa del heredero de la
corona inglesa y plagó su vestidor de modelazos de Versace con
escotes de infarto y faldas arriesgadas. Toda una revolución que
hizo que la prensa especializada se arrodillara ante ella, dándole
la espalda a la todopoderosa Casa Real Británica. Pero no solo su
armario sufrió un cambio radical. Su joyero experimentó un pequeño
expolio ya que tuvo que devolverle a la reina de Inglaterra algunos
de los aderezos y tiaras que esta le había prestado con motivo de la
boda con el príncipe Carlos, como la Tiara de los enamorados de
Cambridge, aunque siguió conservando fantásticas joyas como su
anillo de compromiso, un zafiro de 18 kilates y catorce diamantes
engarzados al rededor, valorado en 50.000 euros y que años más
tarde luciría la prometida del príncipe Guillermo, Kate Middleton.
Diana había conseguido
ser la buena de la película. Jugó todas sus cartas y ganó. A pesar
de la larga lista de amantes que pasaron por su alcoba del palacio de
Kensintong y de alguna que otra salida de pata de banco, la princesa
de Gales continúo hasta el final de sus días siendo admirada y
alabada por la opinión pública, que la veían como una auténtica
víctima de Carlos de Inglaterra y su cómplice, Camilla
Parker-Bowles. Lady Di fue una mujer a la que el mundo le tuvo
compasión y esta se lo puso por montera. Utilizó miles de gestos de
venganza hacía su ex marido, como el LBD de chifón negro, diseñado
por Christina Stamboulian y que se enfundó para asistir a una gala
benéfica en Londres la misma noche que, su ex marido aireaba en
televisión sus infidelidades con Camilla. Al día siguiente, los
titulares de la prensa inglesa le daban todo el protagonismo a la
princesa que la noche anterior comenzaba su particular andadura en
solitario.
La hija pequeña de los
Condes de Spencer no quería perder ni un minuto más de su vida.
Había perdido demasiados en la corte de Isabel II en la que no fue
feliz. Y esa felicidad añorada, buscada y anhelada la encontró
junto a Dodi Al Fayed. Diana y el hijo del dueño de los almacenes
Harrods de Londres diseñaron una relación a base de lujo, viajes,
tiempo libre y vacaciones de ensueño. Siempre tenían un yate
preparado para zarpar o el avión privado dispuesto para despegar y
llevarlos al otro extremo del planeta para vivir y disfrutar de su
historia. Paseaban su amor por los cinco continentes demostrándole
al mundo que para ellos solo existía su vida y la de nadie más,
mientras a la reina de Ingleterra se le atragantaba el te con pastas
cada vez que la pareja protagonizaba una portada de algún tabloide.
Pero a Diana poco le importaba si los pilares del palacio de
Buckinham se tambaleaban o no. Desde 1996 ella vivía solo por y para
ella.
El eco de los disparos de
la cámara fotográfica de Mario Testino todavía resuenan en el
palacio de Kensintong donde se realizó aquella sesión fotográfica, como la herencia sonora de un
encuentro que ha marcado un antes y un después en la vida del
fotógrafo peruano y supuso un punto y final en la historia personal
de Diana de Gales. El mismo verano que su amigo Gianni Versace
fallecía asesinado en su casa de Miami, Lady Di se preguntaba
pensativa, en la cubierta del yate de Dodi Al Fayed, si a ella le
podría pasar lo mismo. Sus pensamientos parecían todo un presagio
ya que, dos meses más tarde, Diana moriría en París, la ciudad del
amor. A partir de ese instante, el mundo se quedó huérfano de una
de las mujeres con más carisma que hayan existido jamás y Mario
Testino perdería, para siempre, la mujer que lo encumbraría como el
mejor fotógrafo de todos los tiempos.
Una historia de amor a la
que puso banda sonora, la cantante Dalida.